Friday, November 10, 2006

LA MUERTE COSMICA EN LOS AÑOS SESENTA

La radiación cósmica de fondo fue predicha en el año 1948, a través de una nota publicada en la revista Nature suscrita por Ralph Alpher y Robert Herman. Si, como estimaba Gamow, la temperatura del universo había sido de mil millones de grados tres minutos después del Big Bang, entonces -como un recipiente retirado del fuego y puesto a un lado para que se enfríe- el cosmos debería mostrar todavía signos de esta primitiva fase supercaliente. Debido a la constante expansión del universo a lo largo de miles de millones de años, esta radiación de alta energía y corta longitud de onda, que ocupaba todo el espaciotiempo, se tensaría gradualmente, o se correría al rojo, convirtiéndose en una radiación de baja energía y larga longitud de onda. Alpher y Herman calcularon que el espacio debería de estar actualmente bañado por un mar de energía electromagnética que, en términos del cuerpo negro, tiene una temperatura de unos cinco grados por encima del cero absoluto, o cinco grados KeIvin.
Esto constituía una rareza en cosmología.... una hipótesis comprobable. La radioastronomía era una ciencia bisoña en 1948, pero incluso entonces era posible girar una antena hacia el cielo y tomar una lectura. La radiación a cinco grados KeIvin se registraría en diferentes cantidades a diferentes longitudes de onda en la gama de las microondas, desde los tres centímetros a una centésima de centímetro.
Alpher y Herman -en sus periódicas reuniones de trabajo- se dice que discutieron la factibilidad de realizar el experimento, pero jamás sugirieron efectuarlo. Nadie se molestó tampoco en buscar las señales: La mayoría de los astrónomos dedicados a la observación desconocían la predicción porque jamás habían visto el artículo. «Era uno de esos asuntos que se muerden la cola», dijo un físico, comentando la posibilidad perdida. El campo de la cosmología «no era tomado en serio debido a la falta de datos cruciales, y faltaban datos cruciales porque no era tomado en serio».
Pero la radiación cósmica de fondo suma a su haber otra curiosidad histórica. En efecto, Robert Dicke, un físico de la Universidad de Princeton, había detectado realmente la radiación cósmica de fondo en 1946, dos años antes de que fuera predicha. Trabajando con un equipo especial de medición que él mismo había desarrollado, Dicke descubrió una radiación con una temperatura algo por debajo de los veinte grados Kelvin, el límite inferior de la precisión de sus instrumentos. Informó de su descubrimiento en un ensayo que apareció en la Physical Review, pero, no teniendo ninguna explicación para el fenómeno, lo apartó de su mente.
Dicke no recordó esta observación cuando empezó a trabajar en modelos cosmológicos un par de décadas más tarde, a principios de los años sesenta. Aunque prácticamente no sabía nada acerca de las teorías y predicciones iniciales del Big Bang, llegó por sí mismo a la conclusión de que tenía que existir alguna radiación fósil de la infancia del universo. Pidió a un compañero investigador de Princeton, James Peebles, que viera lo que podía conseguir en términos de números precisos, y Peebles vino con una cifra de diez grados Kelvin para la radiación del entorno cósmico. Luego Dicke pidió a otros a otros dos investigadores de Princeton, Peter Roll y David Wilkinson, que vieran si podían conseguir hallar la radiación perdida. Para ello, Roll y Wilkinson construyeron una antena en el tejado del edificio de geología de Princeton.
Recordemos el razonamiento de Gamow. Si la imagen de un universo que se enfría, como sugiere el movimiento de las galaxias, es justa, y si se justifica remontarse en el pasado hasta la era ardiente, entonces debe existir en el universo actual una huella de esa época bajo la forma de radiación milimétrica. ¡Qué hermoso ejemplo de predicciones acertadas, elaboradas sobre un conjunto de observaciones y de teorías! Conceden toda su fuerza a la gestión científica.

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